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BIO y más...

La historia de mi vida

Solapa de tapa

 

 Primero voy a ser jugador de handball, desde los once hasta los veintidós. Después futbolista, hasta los veintinueve o treinta, y voy a jugar en la Selección. Inventor, entre los treinta y treinta y cinco. Músico, de los treinta y cinco a los cuarenta, y director de cine después, hasta los setenta.


 Cuando juegue handball voy estar en la Selección argentina. Cuando sea futbolista voy a jugar en la primera de River Plate, y de ahí me van a citar para la Selección argentina de fútbol. De inventor voy a crear un patín volador o la máquina encontradora. Cuando sea músico, voy a hacer electrónica y rap. Y cuando sea director de cine voy a hacer películas de suspenso, aventuras y fantasía.

La historia de mi vida II

Solapa de contratapa

 Dos años después... estoy en desacuerdo con la primera solapa. Cuando la escribí no me gustaban las mismas cosas que ahora. Antes me gustaba la música electrónica, ahora me gusta el heavy metal. Antes me gustaba el handball, ahora el fútbol. También me retracto de lo que dije porque ahora la leo y digo: ¿qué? ¿yo quería ser músico? Ahora, esa idea está desechada. Aunque hay cosas que no desecho, como ser director de cine e inventar algunas cosas.

 

Contratapa

 ¿Qué es la escritura de un niño? Es un terreno de juego, de ponerse trajes, imitar voces y darle voz a personajes propios y ajenos: es jugar a todo lo que nos gustaría ser y poder manifestarlo en pocas páginas, con mucha imaginación y la voluntad de ser (o llegar a ser) muchos otros posibles por medio de los cuentos.    Seguramente, Fermin se despertó un día y tuvo la necesidad de contar, y eligió como interlocutor a su cuaderno. Lo que logró desde entonces es una serie de situaciones desaforadas e imaginativas, donde los héroes triunfan, los deseos se cumplen, las peleas dentro del cuerpo humano son auténticas batallas planificadas, el fútbol asoma tanto en un viaje a un futuro distópico como en un partido irrepetible entre autores y personajes, y en todas partes se lee una voluntad de hacer imperar el bien, tal como en las historias de super héroes.    El resultado es este libro, que hace de este mundo un juego más entre sus páginas, y se lo apropia a través de relatos donde la vida, por saberla escrita por un muchachito, se torna más habitable y menos áspera.

 

Prólogo


 Fermin nació en Buenos Aires hace casi doce años, pero bien de bebito se fue a vivir a Jujuy. Cuando llegó a Jardín de Reyes, donde actualmente vive, era el gringuito del barrio. Cuando volvió a Buenos Aires, a los siete, era el jujeño. Se cambió de escuela varias veces y de calzón unas cuantas otras. Le gusta la sopa y también Mafalda.


 Dado el caso que el lector de estas líneas llegue, tenga la oportunidad, de un día convivir con el joven Fermin, es menester hacerle una advertencia: si usted está muy urgido de ir al toilette y él se le adelanta, está perdido. Fermin tiene la maña de encerrarse en el baño a leer historietas y libros.


 Fermi es hincha de River, pero bue, nadie es perfecto. Jugó al básquet y al fútbol, aunque ahora prefiere el handball.


 Estas fiestas pasadas, en un almuerzo familiar, me desayuné -valga la irredundancia- con la grata sorpresa de que tenía una docena de relatos cortos escritos en un cuaderno que su madre le compró para que busque una ocupación creativa y deje de hincharle los quinotos. Y así fue que un día, como suele suceder con los hijos únicos, cansado tal vez de jugar solo o de volver a ver las pelis de siempre, decidió comenzar a escribir historias que su cabeza de niño imaginaba. Su madre, al descubrir que era una buena forma de mantenerlo ocupado y descansar de su rol de madre-veinticuatro-horas, lo estimuló, por no decir obligó, a escribir a su vez sobre diferentes temáticas.


 Escuchar estos cuentitos -que ahora se publican en esta edición- esa tarde de año nuevo, fue una muy grata sorpresa. Dueño de un vocabulario envidiable para su edad y de una letra ilegible heredada de su abuela, Fermin es un joven escritor, perspicaz, analítico y muy imaginativo.


 Cuando se edite este libro estará cumpliendo los doce pirulos, los pelos debajo del brazo seguirán creciendo, algún incipiente bigote aparecerá por ahí y las jovencitas de su barrio comenzarán a escuchar los rumores de que un poeta anda suelto por Jujuy a la búsqueda de motivos para ampliar sus horizontes creativos y quién sabe tal vez comenzar a escribirle también al amor.


 Por lo pronto, no puedo más que recomendarles, entre medio de tanta desazón mundial, leer estos breves relatos y dejar volar la imaginación como él lo ha hecho. Si cada niño que nace soñara con nuevos mundos y se detuviera algunos segundos a plasmarlos en un papel, estoy más que seguro que lo absurdo se volvería realidad y un hecho el delirante imaginario de quienes todavía se animan a crear recordándonos algo tan simple: imaginar es gratis y más adictivo que jugar a la play.
 

 Que disfruten, a leer, a reír, a crear.
                                                                                                        Naimed Oteirp

Prólogo II


 Ya todos escribieron su parte. Me toca a mí, soy la última en hacerlo y la edición se atrasa.


 El debate fundamental que me demora es salir de la trampa que implica ese debate. El dilema consiste en querer descubrir cómo debería o podría yo, tu mamá, deshacerme del embelesamiento en el que queda atrapada toda mamá ante el intento de escribir acerca de su propio hijo. Ya me convencí que eso no es posible. Por eso van mis disculpas anticipadamente, a vos y a todos los que lean esto, porque lo que sigue es eso, adoración y adulación de mamá.


 Como bien dice Naimed en el prólogo, estos cuentos tuyos tienen origen en alguna imposición que te hice en alguno de esos frecuentes días en los que no tenías permitido el encendido de ningún tipo de pantalla. Tengo que reconocer, con culpa y orgullo, que es una de las reglas que con mayor ahínco y tiranía defiendo y sostengo en nuestra casa.


 Hubo un día que sentí y decreté que había un problema: leías demasiado y escribías cero. Esa ecuación no me dejaba tranquila. Estuve varias semanas rumiando el tema y, al fin, la circunstancia simplemente se presentó.


 Utilicé alguna habitual desobediencia o travesura tuya, y la excusa de tu incorregible y pavorosa caligrafía, para mandarte una vez más a ejercitarla: te impuse que escribieras en forma manuscrita acerca de ciertos temas, al estilo tema la vaca, presintiendo que sería una válvula de arranque para tu escritura. Por supuesto, los textos resultaron redacciones escolares al estilo tema la vaca, como te lo había solicitado.


 Tras algunas tardes de aburrimiento, te me acercaste con cierta condes-cendencia y a quemarropa me preguntaste “ma, ¿puedo escribir lo que yo quiera?”. Por supuesto, te dije. Emocionada, enternecida y petrificada. Me mantuve seria porque veníamos de una de esas pulseadas en las que las mamás que criamos solas a nuestros hijos nos vemos impelidas a sortear cada vez que tenemos que sostener un límite, sin que nada nos sostenga a nosotras más que lo que podemos inventarnos en ese fatídico instante que nos podría o debería sostener. Por supuesto, te dije entonces, muuuy seria.


 Y ese fue el comienzo de lo que ahora todos están a punto de leer.


 Para mí son los más hermosos, divertidos e increíbles cuentos. Me hicieron reír, sorprender, soñar, aplaudir, besar, abrazar, prometer. Me enamoré de tus disparates y dislates, de tu desbordada imaginación, de tu valentía para animarte a jugar y, claro que sí, también del enorme placer y orgullo que siento al ver que, de a poco, en tus escritos, algo de lo que tanto y tanto leíste comienza a interceder.


 Pero lo más lindo, aquello que me importa mucho mucho, fue ese permiso y ese viaje que nos regalamos juntos -este hijo y esta madre en singular que somos- sin querer y sin darnos cuenta. Y que esa ardua y bella tensión de criar, crecer, apostar y dudar, nos trajo hasta aquí, para sorpresa y alegría de los dos, de la familia y de todos los amigos que quieran disfrutarlo.


 A la abuela quiero darle enormes gracias por haber tenido la idea de editarlo y por hacerlo posible. ¡Gracias mami!


 Y a vos hijito, decirte que este puede ser el primero o el último de los libros que escribas, ya lo sabremos. Pero sea lo que sea que hagas, sea siempre siguiendo tus deseos.


 Te amo infinito siempre.           

                                                                                                                     Mamá

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